Resumen:
El discurso teatral sostenido por los teatristas en su praxis no puede estar aferrado, ni en su etapa creativa ni en su etapa investigativa, al logos apofántico, es decir, aferrado a ese “discurso en el cual está lo verdadero o lo falso” (Aristóteles, De interpretatione). Y esto por muchas razones: la primera, porque la praxis teatral explora la dimensión del pathos, de las pasiones humanas, del deseo, del cuerpo y su escenario o discurso de sombras; la segunda, porque involucra técnicas y saberes que se trasmiten en un mercado atravesado por el dinero; la tercera, aunque no la última, porque admite retóricas verbales y visuales que lo colocan, de inmediato, cerca de la cuestión socio-política en la que (retórica y política juntas) no importa tanto la verdad o la falsedad como la apariencia de un razonamiento con efectos de poder sobre la polis. Si Aristóteles, a pesar de su preocupación por la verdad apofántica tiene que ocuparse del teatro es porque reconoce en él un discurso peligroso, transgresivo, de efectos poderosos sobre el público; requiere así cierto control por parte de un régimen de verdad instalado en el Estado. Su Poética tiende a fijar normas de disciplinamiento, si no de la escenificación, sin duda sobre la escritura dramática. Leída desde Foucault, la Poética marcará a fuego la posteridad del arte teatral al someterlo a un régimen de verdad y gobierno.
Abstract:
The theatrical discourse held by the “teatristas” in their praxis cannot be adhered, neither in its creative stage nor in its investigative stage, to the apophantic logos, that is to say, clinging to that «discourse which is true or false» (Aristotle, De interpretatione). And this happens for many reasons: the first, because the theatrical praxis explores the dimension of the pathos, the human passions, the desire, the body and its performativity or shadowy speech; the second, because it involves techniques and knowledge that are transmitted in a market crossed by money; the third, although not the last one, because it admits verbal and visual rhetoric that place it, immediately, close to the socio-political question in which (rhetoric and politics together) does not matter as much truth or falsity, but appearance of a reasoning with effects of power on the polis. If Aristotle, despite his concern for apophantic truth, has to deal with the theater, it is because he recognizes in it a dangerous, transgressive discourse of powerful effects on the public; consequently, it requires some by a regime of truth installed in the State. His Poetics tends to set rules of discipline, if not about the performance, certainly about dramatic writing. Read from Foucault, the Poetics will mark the posterity of theatrical art by submitting it to a regimen of truth and government.